México siglo XXI: Los cadáveres errantes

 

Mouris Salloum George*

Una primera operación dantesca data de enero de 1989: El cadáver de un fiscal federal ejecutado en Chihuahua apareció como por arte de magia en Ciudad Madero, Tamaulipas, frente al domicilio del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia.

 

Fue una acción política: En la literatura cargada de realismo mágico encontramos otros casos espeluznantes: Desde funerarias de Culiacán, Sinaloa, todavía en la décadas de los sesenta, salían carrozas con cadáveres con destino a Nogales, Sonora, en la línea fronteriza con la ciudad del mismo nombre, en Arizona (USA).

 

Esos cuerpos inertes, abiertos en canal, eran rellenados con morfina y heroína destinadas al mercado de consumidores de los Estados Unidos. Eran operaciones del narco.

 

En los setenta, época de la Operación Cóndor, pescadores de tiburón del puerto de San Blas, Nayarit, al abrir los escualos hallaban en sus entrañas restos humanos. Se trataba de daños colaterales- los de los tiburones. Eran ejecuciones extrajudiciales.

 

La siembra de cabezas humanas en antros michoacanos

Al emprender Felipe Calderón su guerra contra el crimen organizado, en el estado de origen del michoacano, en Uruapan o Apatzingán, por ejemplo, en los pisos de los antros empezaron a aparecer cabezas humanas. Pocas veces se supo a qué cuerpos pertenecían. Eran ajuste de cuentas entre los cárteles.

 

Ya en los primeros años del sexenio de Calderón, se pusieron de moda las narcofosas. Los familiares de las víctimas las han encontrado por miles en todo el territorio nacional.

 

En estados del noreste y sus conexiones con Texas, el sistema se agilizó con el uso del trayler, convertido en ataúd rodante de migrantes al por mayor, mayoritariamente centroamericanos.

 

La industria empezó a institucionalizarse: En el estado de Morelos, bajo la satrapía del tabasqueño Graco Ramírez Garrido Abreu, ya se patentaron cementerios clandestinos en al menos dos municipios morelenses, preferidos para depositar a cientos de víctimas de las corporaciones policiaco-sicarias.

 

Terror en Jalisco: Los camiones de la muerte

Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, exacerbado el combate al crimen organizado, autoridades forenses de ciudades fronterizas de Chihuahua y Baja California empezaron a quejarse de que la capacidad de las morgues resultaba insuficiente para conservar tanto fiambre no reclamado.

 

El terror se instaló en Guadalajara, Jalisco: En la zona metropolitana empezaron a rodar traylers sin destino preciso, cuya carga eran docenas de cadáveres sustraídos de las atiborradas instalaciones a cargo de peritos forenses.

 

Esta semana, a las audiencias se les pusieron los pelos de punta con las imágenes trasmitidas por las pantallas de televisión en las que aparecían personas a punto del vómito ante la pestilencia despedida por los camiones de la muerte. Los féretros ambulantes transitaban de Guadalajara a Tlaquepaque, de este municipio a Tlajomulco. Kilómetros y kilómetros sin puntos de arribo.

 

El gobierno del estado de Jalisco ha corrido ya a dos funcionarios de rango menor. ¿Qué tipo penal se les aplicará a los implicados, si es que hay tipo penal? ¿Profanación de cadáveres? ¿Y los verdaderos asesinos?

 

Repugna exponer este tipo de temas. Se requiere, sin embargo, denunciarlo, porque en ese dantesco espectáculo está retratado el extremo de deshumanización auspiciada por el neoliberalismo, cuya marca de la casa son la corrupción y la impunidad.

*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.

Foto: zetatijuana.com

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